viernes, 4 de febrero de 2011

Entre gritos increpantes la puerta se volvió a cerrar. Ella chilló gravemente, al aire, a la nada:


- ¡Ésta chica lo ha visto todo, tengo testigos, no puedes hacer ésto!!!

En aquel momento, en aquel preciso instante, tuve la sensación estraña de sentirme dividida. Por una parte, quiero acercarme, pararme, preguntar si estás bien, reaccionar mediante la acción, pero por otra tengo una especie de pudor, de miedo a inmiscuirme, y suele ganar la segunda opción, así que sigo caminando...o sigo quieta, dependiendo del escenario. Lo cual no tiene como consecuencia una tranquilidad y aceptación de mi no acción, sino que al revés, las imágenes y el pensamiento de qué pudo pasar después se quedan clavados en mis pensamientos. Siento rabia de mí misma, por qué no le diste el otro día el resto de bocadillo (casi entero) que encontraste en la mesa de una cafetería al señor que pedía en la puerta de la misma...por si le hacías sentirse inferior, por si despreciaba unas sobras de otra persona y porque la gente no está acostumbrada a hacer esto, y tú, yo, me he creído que lo mejor es seguir y no darle importancia.

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